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"Educación para el consumo: alimentos orgánicos (primera parte)". 23 de mayo de 2011.

Últimamente, hemos escuchado hablar sobre los alimentos orgánicos. Para algunos, se trata de una moda, de una cuestión de status por el precio que tienen y para otros es la opción saludable de alimentación y cuidado ambiental.
Se les llama así a los alimentos que fueron cultivados sin hacer uso de pesticidas, fertilizantes químicos, antibióticos, hormonas, agroquímicos de síntesis, residuo de metales pesados, colorantes, saborizantes artificiales, aditivos, conservadores artificiales, ni organismos genéticamente modificados (OGM) o variedades transgénicas. Para su desarrollo se controla toda la cadena productiva con el fin de garantizar que son alimentos sanos para el consumidor y que de igual forma benefician al medio ambiente antes, durante y después de su producción. Son alimentos pues que no dañan el medio ambiente y principalmente, nuestra salud. De acuerdo con la SAGARPA (Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación), ya se pueden encontrar cereales, frutas, hortalizas, azúcar, café, leche, galletas, chocolate, miel, carnes, mermeladas, embutidos, tortillas, queso, mezcal y huevos con estas características.
La producción orgánica en nuestro país está regulada por la Ley de Productos Orgánicos y para que un producto sea considerado orgánico debe cumplir con estándares rigurosos que son establecidos por organismos reconocidos a nivel internacional entre los que destaca el IFOAM (International Federation of Organic Agriculture Movements) en Alemania. Para certificar el cumplimiento de estos estándares se requiere la certificación de empresas privadas que deben cumplir con lo dispuesto en la guía 65 de ISO (International Organization form Standarization) y estar acreditadas por IFOAM.
De acuerdo con el Servicio de Información y Estadística Agroalimentaria y Pesquera, la producción y comercio de alimentos orgánicos en el mundo va en aumento y está valuado en más de 25 millones de dólares aproximadamente. En México, esta producción representa menos del uno por ciento del sector agroalimentario en superficie sembrada y genera alrededor del 10% del PIB del sector agropecuario cuyos ingresos se calculan en 300 millones de dólares según la SAGARPA. Del 100% de los productos orgánicos que se producen en nuestro país, entre el 85% y el 90% se exporta a otros países y sólo el 5% se vende en el mercado nacional.
Pero, ¿cómo saber si un producto es orgánico?, aparte de tener el sello de certificación de alguna de las agencias nombradas con anterioridad, tendrán que decir “Bio” si son importados de España, “agricultura biologique” si vienen de Francia, “organic” si vienen de Estados Unidos o simplemente “orgánico” si fueron producidos en nuestro país. Desgraciadamente, aún no existe una ley que regule los etiquetados por lo cual es muy fácil que la gente confunda un producto transgénico, 100% natural, casero, artesanal o natural con uno “orgánico”.
Como pudimos analizar, esta industria está apenas en pañales y existen muchas cosas por hacer, además de que no se tiene la certeza de que un producto sea realmente orgánico, se tiene en contra que este tipo de productos son más caros que los que se venden comúnmente en los supermercados. Es importante encontrar la forma de reducir los costos para su producción y comercialización para que de esta manera estén al alcance de todos.

"La importancia del empaque". 16 de mayo de 2011.

Camina en cualquier supermercado o tienda de autoservicio y llama su atención los colores de un empaque que nunca había visto. Siempre recorre los mismos anaqueles y ve los mismos  productos, todos los frascos o cajas, del mismo color. Pero esta vez, un empaque llama su atención, y se detiene a verlo. El contraste del color con los demás productos, su forma y la manera en que ha sido acomodado,  hace que se lo observe, lea lo que contiene, lo huela  y que lo meta en el carrito para probarlo. Deja a un lado el producto que ha usado siempre y le es “infiel” con este nuevo producto que ha llamado su atención.
Hasta ahí, el producto ganó una participación de mercado importante, con usted y con otros más que se dejaron llevar únicamente por el empaque. Tenga por seguro que no es el único que se ha dejado cautivar por el mismo. Pero no perdamos de vista que  la calidad del producto y el hecho de que a usted le guste a la hora que lo use, determinará que le sea fiel a la marca y que de ahora en adelante compre ese producto y no el que estaba usando hasta ahora. Ese es el poder que un empaque nos puede ofrecer. Los colores correctos en el momento indicado pueden hacer que un cliente fiel a un producto, lo cambie por otro que llamó más su atención aunque esté satisfecho con el que usaba.
El día de hoy mi amiga cambió de perfume porque un empaque la conquistó. Primero, la publicidad de introducción en el punto de venta, fue demasiado llamativa para que ella se acercara al mostrador y pidiera probarlo. Es cierto que el aroma es muy fresco y floral y que está perfecto para el verano, pero su comentario sobre eso fue mínimo, lo que más le gustó y le interesó sin duda fueron la botella, los colores, los detalles y las flores que rodeaban el empaque. Se tomó más tiempo en comentarme sobre esto, que sobre el aroma. Su atención se centró en  diseño del frasco, su forma y sus colores, así como la coqueta bolsita que le colgaba del cuello a la botella; casi le dedicó unos tres minutos a observarla sonriendo y diciendo lo mucho que le gustaba el detalle. Mi amiga fue convencida por el aroma, pero sobre todo, lo que más la convenció, fue el empaque y los detalles del mismo que lo hacían diferente a los demás frascos. La publicidad fue el poderoso motor que la llevó a conocer el producto y pedir la prueba, pero lo que la ató al mismo, fue el empaque.
Cada vez que queramos vender un producto, debemos observar los demás empaques y elegir uno que contraste con los demás de manera positiva, que llame la atención del consumidor y que lo haga percibir, por medio del mismo, calidad. Se puede tratar de los colores, del contenedor o incluso incluir algún detalle que lo hagan diferente. Un empaque llamativo hará mucho por nuestro producto, o por lo menos hará que el consumidor lo adquiera una sola vez para probarlo, pero una vez que el consumidor lo pruebe, debe de ofrecer la calidad y la efectividad que el cliente está esperando. Sólo así, el consumidor lo seguirá comprando y le será fiel hasta que, seamos sinceros, otro empaque más llamativo llame su atención y lo compre para “probarlo”.
No hay que perder de vista que un empaque es de gran ayuda, pero esto nunca va a sustituir la utilidad y la calidad del producto que el cliente está esperando pues muchos productos más estarán luchando porque nuestro consumidor los pruebe y los prefiera por sobre los demás.

"Educación para el consumo: Contaminantes orgánicos persistentes". Lunes 9 de mayo de 2011

Esta vez hablaremos de los COP´s (Contaminantes orgánicos persistentes). Se les ha denominado como las 12 sustancias más tóxicas que existen en el planeta. Se les llama persistentes porque persisten en el medio ambiente, se bioacumulan en la cadena alimentaria y son un riesgo para la salud puesto que pueden causar efectos adversos como matar personas, producir daños en el sistema nervioso e inmunológico, provocar cáncer, desórdenes reproductivos y perturbar el desarrollo normal de lactantes y niños.  Entre estos 12 contaminantes orgánicos persistentes, se encuentran 9 plaguicidas (aldrin, clordano, DDT, dieldrin, endrin, heptacloro, hexaclorobenzeno, mirex y toxafeno); dos productos químicos industriales (PCB y hexaclorobenzeno, también usado como plaguicida) y dos subproductos no intencionales, esto es que se producen sin que así lo deseemos, y son las dioxinas y los furanos.
Los contaminantes orgánicos persistentes se originan de sustancias orgánicas sintéticas inventadas y producidas por el hombre. Estas sustancias “intencionales” son producidas para fines comerciales desde hace más de 50 y no es sino hasta ahora cuando ha quedado determinado que su uso y producción son altamente tóxicos para el medio ambiente y como consecuencia,  se ha acrecentado la preocupación por sacarlos del mercado lo más pronto posible. Fue en el Convenio de Estocolmo sobre los contaminantes orgánicos persistentes, cuando se determinó la importancia de que no se siguieran usando estos productos o que se vigilara su generación, como en el caso de las dioxinas y los furanos.
Pero eso no es todo, todavía hay otras sustancias que no se han añadido a la lista. Algunos de ellos son un grupo de productos químicos conocidos como hexaclorociclohexanos, entre los cuales se incluye el plaguicida lindano, otros son el pirorretardante éter de pentabromodifenilo, el plaguicida clordecona y el retardante de flama hexabromobifenil. Sin embargo, la revisión de para determinar la toxicidad de estos componentes se llevará tres años.
El caso de DDT es particular, a pesar de que se ha denominado como una de las sustancias más tóxicas, aún se sigue usando en 25 países afectados por la malaria con el propósito de combatir a  los mosquitos portadores de la enfermedad. El progreso  sobre la búsqueda de alternativas al DDT como un plaguicida para combatir la malaria, será revisado también en tres años.
Y el panorama se vislumbra deprimente. Cada día se introducen de 200 a 300 nuevas sustancias a la producción industrial y al ambiente sin saber las consecuencias que tendrán en materia de cuidado ambiental. Al respecto, la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas para América Latina menciona que se debe aplicar el “Principio de Precaución” cuando una sustancia química o una actividad representa una amenaza para la salud humana o para el medio ambiente. Esto es que, aún cuando esta relación no haya sido determinada de manera científica en su totalidad, habría que retirarla del mercado de manera inmediata hasta que se haya investigado su nivel de toxicidad. Sin embargo, las acciones no se están llevando tan rápido como se quisiera, hay demasiados intereses económicos en juego y las personas y los gobiernos que ya están tomando conciencia y participando en este tipo de movimientos, aún son muy pocas.

"Educación para el consumo: Unicel". 02 de mayo de 2011.

En una columna pasada, me comprometí a aportar al cuidado del medio ambiente con estrategias de educación para el consumo. Para iniciar con estas aportaciones, analizaremos la situación del unicel.
Lo que hay que saber: el unicel es plástico celular fabricado a partir de perlas de poliestireno. Se utiliza como empaque de comida rápida, comida para llevar (usualmente) y en vasos y platos desechables. Desgraciadamente, la mayoría de las veces, estos empaques y productos, no se vuelven a utilizar, van directamente a la basura y es un producto que no se descompone, ni se reintegra a la naturaleza; por ello, su característica altamente contaminante. Se dice que si se llegara a degradarse, esto sucedería en 400 años. Si se quema, produce sustancias muy tóxicas que contaminan el medio ambiente, dañan la capa de ozono y el aire que respiramos. Adicional a lo anterior, cuando un recipiente de unicel se expone al calor en un horno de microondas, los alimentos que contienen grasa se contaminan con las dioxinas que produce el unicel al ser expuestos al calor. Las dioxinas son cancerígenas y además de cáncer, pueden producir cataratas y cambios en los sistemas inmunológico y hormonal. Si cae al mar, el unicel se rompe por el uso, en pequeños pedazos a manera de alimento, que peces y otros animales ingieren causándoles la muerte. Se dice que por cada medio de kilo de plancton en el mar, hoy en día se pueden encontrar tres kilogramos de plástico.
Prácticas de consumo: Si está a punto de comprar platos y vasos desechables, refiera los que están hechos de papel. Si quiere calentar comida en el microondas, utilice platos o vasos de vidrio o cerámica para evitar contaminaciones. No tome bebidas calientes en vasos de unicel. Si por alguna razón ha tenido que optar por este material, lave los recipientes y vuelva a utilizarlos. Si va a tomar café en la oficina o a comprar comida rápida, opte por llevar sus propios recipientes en vez de usar vasos y recipientes de unicel. Si ha comprado algún producto que venga protegido con unicel o burbujas del mismo material, reutilícelos para envolver otros objetos. No contribuyamos a la generación de residuos sólidos, los cuales han ido en aumento en casi un 100% por año. Por ejemplo, de 2005 a 2006, el desecho de estos materiales aumentó de 1 millón 109 mil toneladas a dos millones 13 mil toneladas.
Lo nuevo: Recientemente, integrantes de la Facultad de Química de la UNAM obtuvieron un barniz y un adhesivo para papel, cartón y madera, a partir del unicel. Mencionan que es de bajo costo y amigable con el ambiente. El disolvente que se usa es soluble al agua y el proceso de transformación al que se somete el unicel, causa poco o casi nulo daño al medio ambiente. Por su parte, científicos del Laboratorio de Superficies del Departamento de Fisicoquímica de la misma institución, mencionan que a partir de envases lograron moldear nuevamente partículas de diferentes tamaños del material para manufacturar otros recipientes.
Aún queda mucho por hacer y se necesitan mentes creativas que diseñen nuevas formas de reciclar la gran cantidad de desechos sólidos que ya han sido generados y que están inundando y contaminando nuestro planeta. Por nuestra parte, podremos contribuir evitando consumir este tipo de productos y optar por los que sean más amigables con el medio ambiente.

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