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"Flexibilidad, pero no para todos". 19.01.2015

Flexibilidad, ¿a quién no le gusta la flexibilidad?, ¿quién no ha pedido alguna vez sus alimentos “sin cebolla” “sin mayonesa” o “sin picante”?. Pero hay de flexibilidad a flexibilidad, y últimamente están surgiendo restaurantes compuestos por islas, que para mi gusto, exageran en este aspecto.
 
Mi esposo y yo fuimos a experimentar a uno de estos restaurantes. Después de recoger unas tarjetas electrónicas (una para cada quien) en las cuales se iría acumulando la cuenta, debíamos elegir lo que íbamos a comer e identificar las diferentes islas en las cuales pediríamos los alimentos. Decidimos que íbamos a vamos a comer: él una entrada, yo una sopa y los dos pasta. Me formo pues en la isla detrás de dos personas que están esperando sus alimentos, mientras que mi esposo hace fila en la otra isla detrás de cuatro personas.  

Finalmente, llega mi turno.

-¿Qué va a comer? –pregunta la chef.
-Pasta por favor, la 45 y la 46 del menú.
-Ponga sus tarjetas en el escáner para que se le aplique el monto.
Hago lo que me pide y las pastas quedan registradas.
-Las dos llevan carne, ¿qué termino?.
-La 45 bien cocida y la otra… un momento por favor – le hago señas a mi esposo que la carne si bien cocida o cómo y me contesta que término medio.
-Las dos llevan vino, ¿rojo o blanco?.
-La 45 rojo y la otra... –le hago señas nuevamente a mi esposo y me contesta que blanco para él.

En menos de dos segundos, regresa mi esposo con la cara desencajada y me dice que la sopa sí se pide ahí, pero que la otra entrada que queremos se pide en otra isla y que hay 3 personas ya formadas. Me dice además que no piensa hacer filas y filas y que ya se quiere ir. Pero la chef enfrente de nosotros sigue cocinando nuestras pastas y ya no podemos cancelar, así que tenemos que seguir ahí parados contestando el interrogatorio en medio del ruido de los alimentos cocinándose, la cuchara que golpea el wok, los ruidos de los otros los otros chefs preguntando y cocinando y los otros comensales contestando. Así vienen una serie de preguntas más (omito algunas por cuestiones de espacio) sobre cantidades e ingredientes:

-¿Picante?.
- Sólo para la 46 por favor.
- ¿Muy picante, medio o poco?.
Mi esposo, por supuesto, ya no quiere responder y sólo me mira con cara de “ya estoy harto”.
- Poco –contesto.
- ¿Con qué pasta?.

¿Con qué pasta?. Vemos por todas partes para ver de cuáles, unas están en los estantes pero no se ven bien. Finalmente, un cliente que está haciendo fila al lado de nosotros nos pasa amablemente la única lista existente. La dichosa lista tiene unas 20 variedades de pasta diferentes. Ni siquiera me detengo a verla y para acabar pronto con el suplicio, le pido espagueti para los dos.

-¿Blanco o integral?.
Con esta pregunta se me va el hambre y el juicio también y contesto ya por los dos que con la que sea. Sólo queremos que la chef termine de cocinar nuestras pastas para podernos ir a sentar.

La lista de preguntas en cada isla sigue querido lector, pero no le aburro más. Si bien es cierto que la flexibilidad es importante y que muchas veces nos beneficia como consumidores, a veces es demasiada o más bien resulta que no somos el segmento para este mercado. En este caso, mi esposo y yo decidimos que no somos el segmento; por lo tanto, nos abstendremos de visitar el dichoso restaurant y visitaremos los tradicionales en donde aunque la flexibilidad sea moderada, podremos sentarnos a disfrutar de una deliciosa comida y no a hacer filas y a contestar preguntas.

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